Crónicas niponas
Tokio ni iru (Estoy en Tokio!)
Dejadme hablaros de ese extraño organismo viviente llamado Tokio, porque pensamos que todo el planeta vive y entiende la vida como se hace aquí en occidente... y con eso tan sólo dejamos ver nuestro egocentrismo e ignorancia.
Ya el primer "paseo" desde Narita a Tokio obliga al viajero a estar pegado a la ventana del tren. Mis ojos no podían apartar la vista de ella. En verdad estaba en otro mundo. Las sensaciones que invaden al extranjero que llega a la cuna de una cultura totalmente distinta y distante a la suya son muchas. Uno se siente abrumado. Sólo la distinta concepción del urbanismo y las infraestructuras me tenían deslumbrado: miles de pequeñas callejuelas que hacen de la ciudad un inmenso laberinto, marañas de cables peligrosamente visibles y cercanos a los peatones, curiosísimos contrastes entre lo tradicional y lo moderno, la religión y la tecnología, pequeñas y humildes casas junto con gigantes edificios de cristal. No puede dejar indiferente a nadie.
El área metropolitana de Tokio es inmensa. Más de 12 millones de habitantes que no tengo la más mínima idea de cómo hacen año tras año para sobrellevar el caos de esta ciudad. Y Shinjuku es uno de los supermegabarrios administrativamente autosuficientes de esta urbe. Un lugar en el que hay que destacar un gran CBD donde rascacielos con oficinas, bancos, y multitud de comercios se sitúan en el centro, junto paradas importantes de transportes. Allí podemos ver rótulos luminosos por todas partes, enormes pantallas de televisión en los edificios, y como nota predominante siempre el ir y venir de un sinfín de gente. Rodeando este centro neurálgico del barrio, los edificios bajan en altura, y todo se convierte en algo más residencial. El tráfico de personas y coches también mengua, sobre todo el de peatones. Así es la zona de Shinjuku donde está ubicado el Aikikai Hombu Dojo, del que ya hablaremos. Paciencia.
Pero como decía Japón es un país de contrastes. Muchos sabéis que salió de una largísima edad media o periodo feudal en el siglo XIX, "más o menos" como relata cierta producción hollywoodiense. A lo arraigado de su cultura hay que contraponer la derrota que sufrió el país en la segunda guerra mundial, que empezó con la trágica humillación bélica, y ha derivado en el predominio de la venta de otros valores y otra visión de la vida: la posterior guerra cultural y comercial también la ganó occidente. Eso se ha metido en la realidad nipona durante los últimos cincuenta años.
Los jóvenes están bastante occidentalizados, y hablan inglés, aunque les sea harto difícil confersártelo por esa humildad e ingenuidad que sí está dentro de ellos. Se ve en los ojos de los mayores la curiosidad por los extranjeros, pero también la resignada aceptación de los tiempos modernos. Y en las calles uno se encuentra de todo: desde enormes pantallas de televisión en las fachadas de los edificios, pasando por decenas de bicicletas cuyos ciclistas desconocen por completo las palabras "seguridad vial", hasta templos en cualquier calle o rincón. Y en esa extraña mezcla lograda, no desaparece del todo el encanto y la típica visión oriental que tenemos: templos, calles y paseos armoniosamente ideados, te recuerdan bien dónde estás, pero siempre con un extraño sabor, como si continente y contenido estuvieran desfasados o inconexos.
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Introducción
Un mar de nubes
Tokio ni iru
La meca del AIKIDO (1)
La meca del AIKIDO (2)
La práctica
La práctica como misogi
El Japón más bello
Los aikidokas de Tokio
Álbum fotográfico
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