Crónicas niponas
Un mar de nubes


Quién me iba a decir a mi que escribiría sobre la odisea de viajar a Tokio y practicar AIKIDO allí. Hay que tener muchas ganas de llegar a un sitio para soportar el tormento, en el mejor de los casos, de 14 horas de avión con sus escalas. Pero hacer realidad uno de los sueños de mi vida hace soportable eso y más. Cuando se trata de AIKIDO, de ganas precisamente uno nunca anda corto.

Se habla mucho de si merece la pena o no ir hasta allá para practicar. Quizás estas crónicas respondan esta cuestión. Lo cierto es que a medida que se acercaba la fecha de partir en mi primer viaje crecía el optimismo y el deseo de encontrar allí lo mejor no sólo en el aspecto técnico. Independientemente de ese campo, uno puede tener muchas más razones para pisar tierras niponas, y verlas con sus propios ojos.



Ir a Japón puede resultar utópico para la mayoría de los que estáis leyendo estas crónicas. Para mi también lo era hace 4 años. Pero internet, y más concretamente AikidoValencia.es, que me ha permitido conocer a mucha gente interesante; cruzó mi camino con el de Antonia Alminyana, aikidoka valenciana residente en Tokio, quien en una visita a Valencia me lo hizo ver mucho más fácil. Me hizo ver que las distancias son relativas si uno tiene verdaderas ganas y tiempo para ahorrar. Ahora tengo la convicción de que casi cualquiera puede ir allá, aunque sea por poco tiempo, si tiene eso claro. Y es que ir a la otra parte del mundo no es tan caro. Si uno lo hace bien, planeándolo con tiempo, poco más de 900 euros que pagar por la ida y vuelta de un avión no es tanto. Le estaré eternamente agradecido a Antonia por ello y por todo lo que ha hecho por mi en Japón.

Allá por el año 2002, en la salida de la primera de mis odiseas podíais ver a un chico de 25 años que abandonaba Valencia una vez más, con ropa cómoda y tres bultos: maletón, bolsa de viaje, y mochila. El primero contenía los típicos objetos personales y ropa de viaje, en el último cosas importantes que llevar a mano y el ordenador portátil desde el que escribir las crónicas. Pero lo que hacía especial este viaje era sobre todo el contenido del segundo bulto: una bolsa grande que contenía zoori, toallas, un cinto negro, una hakama recién sacada de la tintorería, y 3 keikogi. El AIKIDO era la razón fundamental, y lo que me sigue moviendo, para embarcarme en estas aventuras. Y el equipaje más importante que uno lleva nunca es la ropa, ni el material de aseo, ni el ordenador; es la ilusión y ganas de aprender y satisfacer preguntas.

Uno nunca se acaba de acostumbrar a los aviones. Soy una persona que tiene cierta necesidad de que todo esté bajo control en las situaciones que vive, y ciertamente, estar suspendido en el aire cruzando medio planeta en un pájaro metálico que pesa qué se yo cuántas toneladas con mil mecanismos que pueden fallar... no es el paradigma de la seguridad y el control de la situación. Sin emparanoyarse, uno intenta, como en el médico y en otros contextos, meterse en la piel de quien sí controla el asunto y concluir que los profesionales lo son por algo y saben lo que hacen. Aún creyendo en esa garantía, siempre doy un buen respiro cuando se toca tierra.

Antes de ello uno tiene que hacer de tripas corazón para dejar de pensar ciertas cosas durante las 2 horas de vuelo hasta la primera escala, y las largas 12 siguientes hasta la capital nipona. Las turbulencias, la comida que le sirven a uno a bordo del avión, el poco espacio del que uno dispone para tanto tiempo, no lo hacen fácil. Miras por la ventanilla, y sólo encuentras cielo, más azul que ningún otro, y un inmenso mar de nubes blancas bajo ti, que deseas, que como tus dudas, se despejen pronto para poder ver lo que te aguarda.

El aeropuerto internacional de Narita está algo alejado de la ciudad de Tokio, y a uno nunca han venido a recogerle ni nada por el estilo, cosa que agradezco, sinceramente. Sobre todo en el primero de los viajes, el hecho de llegar a un lugar donde nunca has estado, en el que no conoces en absoluto el idioma, y tener que estar en un punto realmente concreto de una ciudad de más de 10 millones de habitantes a una determinada hora, es realmente una prueba de fuego. Si lo consigues te crees capaz de casi todo: tú enfrentado al mundo. Despacio y con buena letra siempre he podido llegar donde debía; ahora que, antes de hacerlo uno ya queda altamente abrumado por todo lo que sus ojos empiezan a ver. Realmente, estoy en otro mundo.


Víctor Gutiérrez
victor@aikidovalencia.es


Introducción



Un mar de nubes


Tokio ni iru


La meca del AIKIDO (1)


La meca del AIKIDO (2)


La práctica


La práctica como misogi


El Japón más bello


Los aikidokas de Tokio


Álbum fotográfico



Rogamos se cite la fuente al publicar cualquier contenido de AikidoValencia.com