En el seminario que organizamos la semana pasada en nuestra ciudad, Valencia, Rafael Real sensei nos guió en un viaje al fondo del Aikido. Al acabar el curso, me siento llena de ilusión y asombro en cuanto a la profundidad de nuestro arte marcial. A través de los ojos del maestro y reflejado en su trabajo serio y sincero se ha podido vislumbrar la libertad/visión/amor que nos puede ofrecer el Aikido.

Trabajo accesible para todos, en el que tanto principiantes como veteranos pudimos recibir una enseñanza igual de enriquecedora. Nada complicado, nada ostentoso, nada rebuscado, todo en la simplicidad, la base, la discreción.  Lo esencial.  Sin duda lo más difícil desde mi sentir. Rafael Real sensei me llevó a la esencia no solo de la práctica sino también de la relación conmigo misma, con el maestro  y con cada uno de los compañeros con los que compartí el tatami.

Dos valores ineludibles: la sinceridad y la coherencia. Para alcanzar su objetivo, Rafael Real sensei hizo hincapié en la postura y la decisión en relación con el timing, la distancia, la visión y la libertad.  Insistió en que llegáramos a nuestro encuentro desde la postura y no desde un ajuste de los brazos o desde una pérdida de equilibrio. La distancia, que se quede larga o corta, siempre tiene algo que enseñarnos y que tomar consciencia de eso es esencial en el aprendizaje. Recalcó que la decisión en el instante en el que iniciamos el movimiento es clave: es lo que nos permite ver la técnica porque cuando tomamos una decisión y la llevamos a cabo el tiempo se ralentiza y se puede ver el movimiento con mucha más claridad. Para demostrarlo, propuso una serie de ejercicios de Kenjutsu que ponen en evidencia  cómo estos principios se aplican a la hora de practicar Aikido. Y, efectivamente, la ejecución de esos ejercicios me puso frente la realidad. Un ejercicio en el que los practicantes se posicionan a una distancia de tres pasos antes de llegar al encuentro, y  donde la decisión en el instante del inicio del desplazamiento es esencial para la realización de la intención, me sorprendió en particular porque era casi imposible ejecutar mi intención si no había tomado una clara decisión antes de iniciar mi movimiento. Uno puede equivocarse, pero sin decisión el resultado es fatal.  

La presencia del maestro no solo se siente en las técnicas que ejecuta, sino también en su clara entrega a cada uno de los practicantes en el tatami. Me llega el sentimiento que me habla a mí personalmente y transmite sin equívoco que cada persona presente en el tatami  aporta algo esencial a todas las demás. Domina un ambiente de igualdad entre todos independientemente de la experiencia de cada uno. Poder transmitir eso es un don y recibirlo, un regalo.

A la semejanza de su maestro, los practicantes que acompañaron a Rafael Real sensei desde Córdoba irradiaron también ese sentimiento de sinceridad, profundidad y amor. Ese sentimiento no se limita a la relación en el tatami, sino se extiende en la convivencia fuera de él: se nota en las sinceras conversaciones que existe una auténtica escucha acompañada de una búsqueda de conocer y descubrir.

Vuelvo a mi dojo y a la práctica semanal agradecida e inspirada por las palabras, el trabajo y la actitud que nos regaló Rafael Real sensei, sabiendo que se sembraron semillas valiosas que me propongo cultivar con diligencia.


Catherine Marcos
Senpai Dojo Aikido Valencia
catherine@aikidovalencia.es