La revista AURAS de antiguos alumnos del colegio San José de Valencia entrevistó en el año 2010 al instructor de Aikido del dojo Sintagma, y responsable de AikidoValencia.es, Víctor Gutiérrez Navarro. Aunque ha pasado un tiempo, decidimos publicar aquí un fragmento de esa entrevista, puesto que creemos que puede ser interesante para nuestros lectores. No dudéis en aprovechar los comentarios para ir más allá de la entrevista y plantear más dudas y cuestiones a Víctor.

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Víctor Gutiérrez Navarro (promomoción de 1995) nos habla de una de sus pasiones, el Aikido, y de su relación con lo que aprendió en «las escuelas» y «el colegio». El Aikido, según él, es mucho más que el trabajo físico apreciable a simple vista.

La primera pregunta es obligada: ¿Qué es el Aikido?

Es complicado, pero podría decir que es un arte marcial japonés en el que se manejan proyecciones y controles, y que se caracteriza por el estudio y resolución no conflictiva de los ataques y problemas/obstáculos en la práctica, y un trabajo de comunicación enriquecedora con el compañero.

Entonces hacéis algo más que retorcer brazos y tirar a la gente al suelo…

Claro que sí. Primero, el abanico técnico tiene que llenarse de cierto contenido que le dota de sentido, como la distancia, el tiempo, el ritmo, la unión constante con el compañero (aiki, musubi…);  sin esas y otras cosas es como si todo estuviera vacío. Y en un segundo lugar: tampoco se pueden ignorar otra serie de conceptos psicológicamente más profundos, como el respeto o la disciplina, que configuran todo un código de conducta encaminado hacia el verdadero objetivo de este arte marcial…

¿Y cuál ese objetivo final del Aikido?

A nivel individual, y siempre según mi opinión, el objetivo del Aikido sería hacer personas equilibradas e íntegras, capaces –en la medida de lo posible– de vivir en armonía con lo que nos rodea, y especialmente en la resolución de problemas y conflictos. El Aikido pide a quien lo practica que sea el mejor de sí mismo. Después, yo pienso que esa «excelencia» debe ser útil y no egoísta: si no trascendiera e hiciera bien a quienes nos rodean, y por extensión a la humanidad, el Aikido no tendría tanto valor.

¿Cómo empezaste a practicarlo?

Era una de las actividades en la Escola D´Estiu de la Universidad Politécnica de Valencia a la que me apunté en julio de 1991. Empecé casi de broma, con mucho prejuicio, y me sorprendió tanto que acabé saltándome otras actividades para ir a todas las de Aikido. Desde entonces, sin parar. Ya han pasado 20 años…

¿Cómo se te ocurre viajar a Japón? ¿Y qué descubres allí?

Necesitaba más. Mi repetida asistencia a cursos de maestros franceses y japoneses me dejó claro que había una importante diferencia de concepto y de método más allá de España. La primera vez que viajé a Tokio fue en el 2002 gracias una amiga aikidoka valenciana residente allí. Ella me hizo verlo fácil. Me costó el vuelo de ida y vuelta unos 500€, tres meses después del 11-S de Nueva York. Era el momento. Más barato, imposible.

Allí descubro, a parte de una cultura fascinante (tradicional pero moderna, deliciosamente contradictoria) descubro la forma de concebir la práctica del Aikido que estaba buscando. No es que sea necesario ir a Japón para hacer Aikido a gran nivel, pero sí es cierto que practicando allí te empapas de «algo» especial. Ir allí a practicar al 200%, además de una prueba de fuego física y psicológica, es una catarsis. En mi opinión, Japón –o practicar en España de la forma más tradicional posible– es el mejor contexto o el mejor caldo de cultivo, para hacer aikidokas excelentes.

Puede que a algún lector le interesen unos textos sobre mis primeras experiencias en Tokio que están publicados en AikidoValencia.es con el nombre de «Crónicas Niponas«. (Su redacción, de hace casi 10 años, me avergüenza un poco, pero era realmente sincera.)

¿Qué beneficios aporta la práctica del Aikido?

Primero, los típicos beneficios del ejercicio físico saludable; concretamente en Aikido, un considerable desarrollo psicomotriz, aumento de la resistencia, y beneficios cardio-respiratorios.  Después, lo verdaderamente interesante: Yo creo que el Aikido, bien practicado, hace personas sensibles hacia todo cuanto les rodea; desde un problema con una persona, a una situación peligrosa. Esto debería ayudarnos a entender, gestionar, y resolver mejor multitud de conflictos y cuestiones diversas. Y una cosa más es que el Aikido es un gran destructor de egos. Siempre encontrarás alguien mejor que tú, y las curas de humildad las tenemos todos, todos los días. Es más: la idea es buscarlas. (Lo peor que le puede pasar al aikidoka es acomodarse porque cree que ya lo sabe o lo entiende todo…)

¿Algún otro valor de esos no tan evidentes?

Claro! no me quería enrollar más, pero quería contaros que muchas veces me sorprendo cuando me veo a mi mismo hablando con mis alumnos de ciertas cosas. La disciplina, la jerarquía en el tatami… miras hacia atrás y conectas los puntos: la vida está llena de reglas y códigos que cuando somos jóvenes nos parecen superfluos y cansinos, pero más tarde te ves a ti mismo inculcando esos valores. Esas cosas estaban presentes con más o menos claridad, aveces subliminalmente, en la educación que recibimos en este colegio. La sociedad actual distrae, pero el Aikido me pone esos valores delante de la cara todos los días, y lo agradezco.

Por ejemplo, algo tan elemental como tratar de hacer lo correcto. Hoy en día, en la vida, lo correcto es una tremenda escala de grises! En el tatami desde el principio se te enseña lo que está bien y lo que no está bien hacer, con claridad, desde los detalles más simples y pequeños. Seguimos unas pautas de conducta japonesas tradicionales, sumamente sencillas y absolutamente lógicas. Los practicantes enseguida lo entienden y lo comprenden: el tatami no es un sitio cualquiera … y con el tiempo comprenden que tampoco pueden vivir y actuar en sus vidas de cualquier forma.

Palabras como, «respeto», «compromiso», «disciplina», «autoridad»… Algunas son difíciles de leer y escuchar actualmente. Otras son tabú, o utilizadas banalmente, o sus significados están desvirtuados… adquieren un significado pleno fuera del tatami gracias la práctica llena de contenido y con sentido dentro del tatami.

Profundizo en todos esos valores practicando y enseñando Aikido. Si, como docente, no consigo en mis estudiantes esa extrapolación del tatami a la vida, habré fracasado. Podré haber ayudado a hacer unos buenos técnicos, pero no habré ayudado a hacer aikidokas de verdad.

Eso, ¿y qué tal la docencia?

Tener la responsabilidad de transmitir lo mejor posible lo que piensas y sientes que es el Aikido lo cambia todo. Y, además, saber que eres líder y, en cierto modo, modelo para algunas personas, da mucho respeto. Pasas por la fase de darte cuenta de que te estás olvidando de tu progresión personal porque te preocupa más lo que estás transmitiendo a los alumnos, pero al final llegas a comprender que tu progresión y la de ellos es lo mismo: medramos juntos. Creo que eso lo resume todo.

¿Entonces no hace falta tener una gran condición física para practicarlo?

No. Los grupos de practicantes de Aikido son heterogéneos, personas de todo tipo. Se puede practicar Aikido con gran intensidad, o de forma más suave. Sobre todo al principio, no se pide un esfuerzo físico insalvable por una persona normal, y el sensei suele ser comprensivo. Sólo se pide interés por aprender, y la curva de aprendizaje es bastante cómoda. Una regla muy castellana: «donde fueres, haz lo que vieres»… y a repetir ejercicios como todos! Eso sí: con paciencia, porque eso de querer resultados YA, pronto se da cuenta uno que no es compatible con la práctica del Aikido: «lo que rápido se consigue, no tiene valor».

¿Dónde y cómo podríamos probar el Aikido?

En Valencia hay muchos lugares donde aprender Aikido. Una buena lista de estas escuelas está en AikidoValencia.es, web que os animo a visitar.

(…)

Pues muchísimas gracias por compartir todo esto con nosotros, Víctor.

Gracias a vosotros, que ordenar y expresar estas cosas también ayuda mucho.